Había una vez un país gobernado por un curioso rey llamado
Rodrigo al que le gustaba mucho hablar con su pueblo. En ese mismo lugar vivía
un joven pescador llamado Mateo aficionado a las conjeturas matemáticas. Un día
Rodrigo paseando por el pueblo vio a Mateo arreglando su red y se acercó para
ver como lo hacía. Mateo le preguntó:
- ¿Necesitas algo majestad?
- El rey se quedó en silencio un rato y después le dijo:
- ¿Quieres comer hoy conmigo? Me gustaría saber más de tu
oficio.
- Mateo aceptó. Durante la comida Mateo contaba historias
que le habían sucedido durante su vida de pescador. El rey se fue dando cuenta
que Mateo era una persona inteligente y muy interesante y pronto el rey se
sintió entusiasmado por la conversación del pescador ya que él en su juventud,
había sido muy aficionado a la pesca y había conseguido muchos trofeos. Por
ello le dijo:
-Podríamos hacer una competición para ver quien pesca más
durante todo el día de mañana. Si gano yo, tú serás el pescador mayor del reino
y, por tanto, deberás proporcionarme los mejores peces en las fiestas de mi
palacio durante los próximos dos años. ¿Estás de acuerdo? A Mateo le pareció
bien. Rodrigo le preguntó:
- Y, si ganas tú ¿cuál quieres que sea tu recompensa?
- Mateo lo pensó detenidamente y respondió:
-Si gano yo,
quiero que en el primer pez de los que yo haya capturado pongas un grano de
trigo, en el segundo dos, en el tercero cuatro, en el quinto ocho, aumentando
cada vez el doble de la cantidad anterior. El total de los granos de trigo así
calculados, que conlleve mi pesca, será mi recompensa-. El rey se quedó un poco
sorprendido por lo que había pedido Mateo, pero, sin pensarlo mucho, aceptó.
Al día siguiente, muy de madrugada, Mateo y Rodrigo se
reunieron en la playa. Cogieron una barca cada uno y empezaron la competición.
Al caer la noche terminaron y empezaron a contar los peces capturados por cada
uno de ellos para saber quién había ganado. Empezaron por el rey:1, 2, 3, 4,
5... El rey había conseguido ¡81peces! Llegó el turno de Mateo y empezaron a
contar:1, 2, 3, 4, 5... 81,82,83 y ¡84! Mateo había conseguido ¡84 peces! Había
ganado. Enhorabuena le dijo el rey y mandó traer una bolsa de trigo para pagar
enseguida su deuda. Empezó a colocar un grano de trigo en el primer pez, dos en
el segundo, cuatro en el tercero y, así sucesivamente conforme había acordado
con Mateo previamente. No había llegado aún a la mitad, cuando ya la cantidad
de trigo del saco se había acabado y el rey empezó a intuir que la cantidad
final podría ser enorme. Alrededor del pez 50 el rey dijo: -Mateo veo que no
voy a poder pagar mi deuda ni con toda mi riqueza, pero, como soy hombre de
palabra, te entrego todo lo que tengo, mi reino entero. Has sido un hombre
astuto al elegir tu premio. Mateo le contestó:
-Majestad no necesito tu reino, me gusta mi vida sencilla de
pescador. Te perdono tu deuda, puesto que, para mí, no hay mayor riqueza que el
conocimiento de las matemáticas y saber emplearlas en todo.
- El rey muy aliviado le dio las gracias y le nombró
consejero real, tratando con él, a partir de entonces, todos los temas
delicados de la corte. Al día siguiente el rey se dio cuenta de que el día
anterior había aprendido algo muy importante. No hay mayor riqueza que el saber
MATEMÁTICAS.
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